El monte Koya, un lugar de culto en Japón con una gran historia. (Foto: YouTube)

Monte Koya, el rincón más sagrado, zen y espiritual de Japón

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Allá por el año 816, un monje llamado Kukai vagaba por la zona del monte Koya, en la prefectura de Wakayama ubicada en la región de Kansai, sobre la isla de Honshü, con el objetivo de encontrar un lugar adecuado para construir una base para su recién fundada comunidad religiosa budista.

Así, el monje escogió un valle de 800 metros de profundidad rodeado por ocho montañas, "cuyas crestas se asemejan a una flor de loto de ocho pétalos". Así narra el periodista de la BBC Rob Goss, el nacimiento de los 117 templos del monte Koya, en Japón, un lugar que ha sido condecorado con el emblema de Patrimonio Mundial de la Unesco y uno de los sitios más sagrados no solo del país oriental, sino del mundo.



"Un lugar en el que el aroma a incienso, el canto de los monjes de cabeza rapada y el aire primitivo de los cementerios boscosos crea una experiencia espiritual como ninguna otra", explicó el corresponsal. 

Cabe recordar que parte de éxito reside en que es una de las rutas más demandadas por los peregrinos de la religión budista, en un paraje único rodeado de cedros, cipreses, cascadas naturales y montañas cuyos templos parecen estar suspendidos entre las nubes. Sin duda, una estampa única. 

Este lugar atrae a una media de 15 millones de visitantes al año y transmite los valores de respeto y comunión con la naturaleza tan arraigados en la sociedad japonesa. Según la corriente sintoísta, la vegetación de las montañas está habitada por espíritus de los dioses ya cada elemento natural se considera sagrado, y por tanto, debe mantenerse inalterable.

De sus 117 templos esparcidos por todo el paisaje, alrededor de 50 de ellos sirven como morada de huéspedes, que pueden unirse a la meditación ancestral que practican los monjes a diario.

"Hay un equilibrio entre el mundo antiguo y moderno que el monte Koya ha sabido gestionar muy bien", recalca el periodista. De ahí que también existan restaurantes y viviendas residenciales para que vivan allí sus trabajadores. Y si antes solo se podía llegar al lugar a pie, ahora hay cómodas carreteras por las que llegan los fieles y turistas en autocar o en coche. 
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